Para que un emprendimiento crezca y se transforme en empresa, debe crecer y sostenerse en el tiempo. Esto implica transformaciones, diversificación del producto o servicio, y la incorporación de elementos nuevos al modelo de negocio. Lo anterior hace que un emprendimiento sea competitivo, es decir, que tenga la capacidad de tomar ventaja de su competencia, a través de la diferenciación.

Desde la teoría, “La Ventaja Competitiva; Guías de Gestión de la Pequeña Empresa”, editado por Ediciones Díaz de Santos, nos enseña que un negocio competitivo es aquel que maneja sus recursos con cierta racionalidad que responda a una planificación financiera viable. Para lograrlo, los emprendedores deben asumir el estudio de viabilidad financiera como un desafío obligatorio. Muchos emprendedores cuentan con las competencias para realizar este análisis, pero no es una condición de todo emprendedor. Si no sabe, pregunte o busque ayuda. La educación financiera siempre será un buen aprendizaje.

Otro aspecto base de la competitividad, es la capacidad de adaptación al entorno y responder de manera ágil y flexible a las demandas del mercado. Siempre habrá un competidor más agresivo que aproveche la oportunidad. La innovación tecnológica es clave para desarrollar esta capacidad. Ir un paso más adelante y desarrollar productos innovadores que sorprendan las expectativas del cliente o usuario.

Por último, la literatura asume que la capacidad de dirección y organización, son elementales para alcanzar niveles de eficiencia y productividad. Esto considera gestionar de manera óptima los recursos disponibles, incorporando modelos flexibles en el modelo laboral como el coworking, la relación con proveedores, y las plataformas de ventas como el e-commerce.

Sobre la base de la experiencia, el World Economic Forum estableció cinco habilidades que deben desarrollar los emprendimientos para ser más competitivos: El pensamiento crítico, la reflexión y autoevaluación constante de los aciertos y los errores. La creatividad como fuente de inspiración para asumir riesgos en procesos transformadores. La inteligencia emocional para comprender el entorno desde una mirada flexible, suponiendo que hay otros mejor que uno. El trabajo colaborativo como modelo laboral que entrega beneficios para el crecimiento del negocio. Y la solución de problemas de forma eficiente sin pretender ser perfectos.

Emprendedores regionales que han escalado también compartieron su perspectiva. Cristián Droguett, co-founder de SimpleDTE, StartUp que soluciona el sistema de facturación y recaudación a modelos de negocio por suscripción, señala que “es clave romper el paradigma de la educación tradicional y autoperfeccionarse constantemente. Dedicarle un mínimo de tiempo al día a aprender algo nuevo, es lo que conduce al crecimiento profesional y personal”.

Leslie Salamanca, co fundadora de Innova Difusión, agencia de comunicaciones, asegura que para avanzar hay que desarrollar hábitos que eliminen al enemigo de la eficiencia: la procastinación. “A veces veo a la gente demasiado lenta o distraída, por el mal uso del internet, por no tener el objetivo claro o por no saber trabajar colaborativamente sin perder el foco en la tarea que se está desarrollando”.

Por último, Igor Navarro, director creativo de The Think Good Foods, empresa asesora de emprendimientos alimentarios nos invita a considerar la coherencia como una herramienta que facilite el desarrollo de todas las habilidades necesarias para ser más competitivos “Antes de hacer, hay que ser, para conectar la intención con el acto”

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